Una de las grandes dificultades que enfrentan nuestras comunidades –ya sea en lo social u organizacional– es que las personas que ocupan los puestos más bajos de su estructura (y no sólo), se encuentran en situaciones sumamente frágiles en términos socio-afectivos.
Al recorrer el país nos encontramos con cientos de miles de jóvenes en todo tipo de condiciones de vulnerabilidad –madres solteras, padres en edad de estudiar, víctimas del narco y la violencia familiar, condiciones de desintegración social, deserción escolar, desempleo, discapacidades o intentos suicidas–. La situación no deja de ser compleja para muchos de los obreros que colaboran en nuestras empresas, quienes padecen condiciones similares, ocultas tras una cierta estabilidad laboral, también muy frágil.
Las exigencias de la automatización y la complejidad del entorno productivo, así como la creciente violencia por la que atraviesa nuestra sociedad, requieren de la participación directa de este enorme conjunto de personas. El cambio exige líderes, pero no sólo: demanda sobre todo de cambios radicales en la base de nuestras organizaciones y vecindarios.
Conscientes de esta situación, en Skills del Futuro hemos trabajado en conjunto con instancias sociales y gubernamentales para desarrollar un sistema de formación que tiene por objetivo acompañar a esta población a incrementar su sentido de logro y la confianza en sus fortalezas, que son muchas y muy variadas. De ese modo, se les invita a hacerse cargo de ellos mismos para retomar en lo personal un proceso mediante el cual desplegar sus capacidades sociales y emocionales, de acuerdo a las necesidades específicas de las comunidades de las que forman parte. Hablamos de aptitudes específicas, como pueden ser la puntualidad, el sentido de responsabilidad, la comunicación, la proactividad, el pensamiento lógico, y así sucesivamente.